“El hambre no tiene religión”, lema del Banco de Alimentos de Bogotá


Nación
lunes 15 de julio de 2019

Claudio Ochoa, socio del CPB


Necesitamos más aportes, pues crecen las necesidades, dice el padre Daniel Saldarriaga, menos comida en los contenedores, más alimento en los comedores


Que los pobres, los más vulnerables de Bogotá y Colombia, no se contenten con la sola satisfacción que les produce el alimento recibido, y vayan más allá, cambiando su chip mental, es uno de los propósitos del Banco de Alimentos de esta ciudad (www.bancodealimentos.org.co) dirigido por el presbítero antioqueño Daniel Saldarriaga Molina.
La iniciativa de la Iglesia está cumpliendo 18 años, durante los cuales ha demostrado su éxito, de manera que ha sido replicada en 17 ciudades del país. Hoy se apoyan y motivan a través de la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia-Abaco (www.bancosdealimentosdecolombia.com).

Durante 2018 el Banco de Alimentos de Bogotá recibió apoyo de 1.108 organizaciones, 46 universidades del Distrito Especial, cerca de 180 docentes y 1.250 estudiantes. Además de numerosas fundaciones y grupos cívicos que sirven de canal de distribución de alimentos y elementos de aseo, entre 307.000 bogotanos y cundinamarqueses beneficiarios.

¡A escalar muchachos!!!

El padre Saldarriaga, director ejecutivo de la institución está al frente del Banco desde su nacimiento en el 2000, a pedido del entonces arzobispo de la ciudad Pedro Rubiano Sáenz. Destaca los aportes de los universitarios a la organización y “que estos jóvenes se conecten con la base de la pirámide en donde están los más necesitados”, que algunos de ellos, nacidos en esa base, aprovechen la posibilidad de escalar. Luego, como profesionales, estarán cercanos a los más necesitados.
Similar es el caso de los líderes y las líderes que desde diversidad de fundaciones, iglesias y grupos organizados sirven de eslabón con el Banco. Algunos de ellos, sin mucha academia, están aportando a las personas en estado de vulnerabilidad. No se han dejado vencer por su condición, superaron el egoísmo, están cambiando y logrando nuevas oportunidades.

Los beneficiarios también deben aportar

La infraestructura física del Banco dispone hoy de 10 furgones y un área de 4.500 metros cuadrados de bodega, con 125 colaboradores que aportan sin tregua en el sector de Paloquemao, en donde está la sede de la Entidad. Operan fieles al postulado del arzobispo de Bogotá, Cardenal Rubén Salazar Gómez: “lo que hacemos debe saber a Evangelio”.
A diario traen y llevan. Traen las donaciones, mayoritariamente de perecederos, que separan, catalogan, y luego llevan a las organizaciones receptoras, de enlace, quienes entregan a las familias beneficiarias. Pero no a perpetuidad. Estas deben participar en un proceso y demostrar que son capaces de subir de nivel, buscar oportunidades como mejores personas y avanzar en sus hábitos alimenticios, recalca el sacerdote diocesano Daniel Saldarriaga.

“Aquí nada se entrega regalado”. Todo tiene un aporte solidario con tres propósitos: no compartir alimentos inservibles; mediante un tejido social evitar que estas personas sean objeto de utilización por parte de los políticos, el Banco los ayuda a escalar; y seguir creciendo, para otorgar nuevas oportunidades a la gente, pues en esta ciudad hay más de 1.9 millones de personas en inseguridad alimentaria (lo ha dicho la Secretaría de Integración Social) y en el país la situación afecta al 54 por ciento de los hogares, de acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional de Situación Nutricional.

Cuando una entidad nos dona cualquier tipo de comida, que esté en buen estado, claro, recibirla y darla a quien la necesite, dice el padre Daniel. Y agrega, no podemos frenarnos ante los temas de procesados, ultra procesados y etiquetados. El hambre no está en condición de seleccionar, ni tiene religión. “Invito a quienes abanderan la crítica a tal género de comida, a que den ejemplo haciendo un proceso con los campesinos para dar valor agregado a sus productos, ahí está el caso de Suiza. Sacar a tanto intermediario entre la huerta y el consumidor. Que cambien su ruido por un aporte práctico, los apoyaremos porque así muestran su verraquera”.

14 mil toneladas en movimiento

El modelo de Bogotá es replicado en buena parte de las áreas urbanas del país y ya van 18 Bancos de Alimentos: Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena, Villavicencio, Ibagué, Manizales, Bucaramanga, Cúcuta, Santa Marta, Mocoa, Riohacha, Quibdó y otras localidades. La sede capitalina tiene un salón con capacidad para 120 personas, que está a disposición de las empresas colaboradoras, para sus reuniones y capacitaciones.
Además de frutas, el Banco recibe verduras, granos y procesados, ropa, juguetes, muebles, útiles escolares y cuanto pueda ser aprovechado por las organizaciones comunitarias. Su acción cubre a municipios cercanos como Cachipay, La Mesa, Cajicá, Tocancipá, Girardot y Facatativá, entre otros.
El Banco de Alimentos de Bogotá mueve al año unas 14.000 toneladas, con un promedio mensual de 1.250 toneladas. Hay días en que gestiona hasta 120 toneladas, “y necesitamos más, que la gente conozca más nuestra obra, cada vez hay más necesitados”. Aquí la comida es fresca. Por ejemplo, el pan que la empresa Tostao deja sin vender llega al Banco el día siguiente, e inmediatamente es consumido por las familias beneficiarias.
El 30 por ciento de la población atendida no es católica, pues como dice el Cardenal Pedro Rubiano, “el hambre no tiene religión”.

Que cueste para que sea apreciado

Otra condición del Banco: las familias deben cumplir con el aporte solidario de sus productos, “porque cuando a uno le cuesta lo que le dan, lo aprecia, lo cuida”, dice el padre Saldarriaga. Este aporte significa el 10 por ciento sobre el valor comercial de cualquier producto recibido en donación por el Banco.
Otra cosa, cuando son productos comprados por el Banco, en grandes cantidades y con buenos descuentos, la Entidad los entrega a las comunidades por debajo de ese valor comercial. Se trata de productos comerciales como arroz, panela, chocolate, aceite, harina, papa, piña, frutas en cosecha, etc. El padre Saldarriaga agrega que su meta es dar cumplimiento a lo anhelado por la FAO, que la gente cuente con 5 raciones diarias, entre frutas y verduras.

No a la mendicidad, sí al socorro

¿Y cuál es la respuesta del Banco de Alimentos frente a los inmigrantes venezolanos?
Muchas de nuestras instituciones apoyan a esos inmigrantes, pero no estamos en donde muchos de ellos se ubican, responde el sacerdote. Y agrega: ni en los semáforos ni en los sitios en donde se establecen para llamar la atención. Tienen dos opciones: o trabajan, a veces por menor salario, o se dedican a la mendicidad. Desafortunadamente muchos se han dedicado a pedir limosna, porque consiguen dos o tres veces más que quienes trabajan.
Pero lo conveniente para la sociedad es su integración a la misma. La madre Teresa de Calcuta decía: Si ves a alguien pidiendo una limosna, no le des la limosna allí, levántalo y siéntalo en una mesa y socórrelo; y si lo has ayudado bien, llegará el día en que te puedas sentar con él, en su mesa.

Corabastos, gran aliado

Al Banco de Alimentos de Bogotá lo apoyan más mil donantes, entre personas naturales y jurídicas. Corabastos es uno de los socios fundadores del Banco, y su gerente Mauricio Parra es muy generoso con la obra, reconoce el presbítero Daniel Saldarriaga, para quien el lema es “menos comida en los contenedores, más comida en los comedores”. En el 2018 salvaron más de 2.250 toneladas (2.25 millones de kilogramos) de alimentos en la Central Mayorista (el 53 % del total recibido en frutas y verduras). En promedio, Corabastos gestiona 14.000 toneladas diarias, algo así como el monto total movilizado por el Banco durante un año.
El padre Saldarriaga reconoce que la organización bajo su dirección es muy pequeña frente a sus ambiciones y ante las necesidades de los bogotanos carentes de alimentación básica. “Que la sociedad tome más conciencia, necesitamos más apoyo”.
Tiene fe en su país. “Hemos pasado por coyunturas como la de hoy día, y luego sonreímos al recordar lo que pasó, y seguimos adelante. Quienes estamos bien, que somos la mayoría de los colombianos, ayudemos a los que no están bien, para que no se queden ahí. Tenemos que compartir, somos más felices cuando damos, que cuando recibimos”.

4.872 voluntarios en 2018

“Únete a los Héroes, únete al Banco de Alimentos de Bogotá” es la campaña desarrollada por la Agencia TBWA.
El año pasado brindaron apoyo 4.872 Héroes Voluntarios. De ellos, 51 voluntarios donaron su talento para fortalecer la gestión de las organizaciones sociales y del Banco. En el componente “Manos a la obra” contaron con 4.609 voluntarios, dedicados a rescatar alimentos perecederos y no perecederos, y todo tipo de bienes de consumo, para mejorar la calidad de vida de los beneficiarios, ejerciendo actividades de selección, clasificación y empaque.
En “Súmate”, 212 voluntarios, colaboradores de compañías que realizan jornadas de servicio de responsabilidad social. Estudiantes en servicio social y voluntarios naturales.

Dos prioridades

Entre sus prioridades destaca: acercarnos más al campo y salvar los excedentes que se dan allí. La comida que no alcanzan a sacar. Además, ver cómo llegamos a más pobres de nuestra ciudad, consiguiendo más apoyo económico.
El Banco cuenta con 125 empleados, y como la justicia comienza por casa, por voluntad del gobierno corporativo y del arzobispo Rubén Salazar, 20 de ellos cursan estudios superiores, y muchos otros ya han logrado título profesional estando en el Banco. Otros quince ya han tenido casa propia.
El padre Saldarriaga está convencido en las tres “T” del Papa Francisco: Tierra, Techo y Trabajo, y lo anhela para los suyos.


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