Crónica: cuando el aguardiente se destilaba en calderas de carbón


Cultura
jueves 01 de agosto de 2019

BR


Historia de la industria licorera de Boyacá. La primera fábrica de aguardientes de Boyacá funcionó en una vieja casona del centro de Tunja, donde actualmente se encuentran las instalaciones del SENA. Se llamaba El Zacatín, sus equipos eran rústicos y sus calderas trabajaban con carbón.


“Echémonos un puro compadre para calentar la garganta…” se decía entonces por allá en la década del 30 del siglo anterior, para significar que un amigo invitaba al otro a degustar un aguardiente, en las frías noches tunjanas. Ese licor que hoy llamamos Ónix Sello Negro o Líder, en esa época se denominaba Puro, por su transparente apariencia;
Y lo que ahora se conoce como Ron Boyacá en esos años se le denominaba Topacio, que era de un color café.

Estos licores se producían en una fábrica llamada El Zacatín, ubicada en la calle 19 entre carreras 12 y 11, donde actualmente funciona El SENA. Era una antigua casona colonial que fue adaptada para que pudiera funcionar la empresa de licores. Álvaro Camargo Molano, era vecino de esa entidad estatal y cuenta que allí laboraban de lunes
a viernes cerca de 30 personas, entre administrativos y trabajadores.

Cuenta el amigo Álvaro Camargo que a las 7 de la mañana sonaba una potente sirena que se escuchaba en todo el centro de la ciudad y era la señal de que los trabajadores de El Zacatín debían estar ya en sus puestos de trabajo; a las 12 en punto del día, la sirena volvía a sonar para la salida; a la una y media tronaba de nuevo, para finalmente a las
seis de la tarde volver a escucharse, señalando el fin de la jornada laboral.
El alcohol que se utilizaba para producir aguardiente, se destilaba en unas grandes especies de pailas, que hervían el químico hasta el punto en que se convertía en aguardiente y para hacerlo se necesitaba calor que evaporara cantidades de etanol, vapor que se sacaba de las instalaciones a través de gruesas chimeneas; para su cocción,
existían enormes fogones bajo las pailas que eran activados con carbón.

Varios trabajadores de ese sector llamados fogoneros, se turnaban para mantener las cantidades exactas de calor que se requerían en el proceso. Todo el día estaban lanzándole paladas del mineral a la candela, para que mantuviera un flujo constante de calor.
En otras partes de la vieja casona se hacia el llenado de las botellas, luego venia el empaque que antes pasaba por la maquila que era instalada una por una en cada botella, para finalmente mandarse a los puntos de venta.
De acuerdo con el vecino de esa fabrica Álvaro Camargo, esa empresa artesanal funcionó allí cerca de 30 años, hasta cuando se construyeron las modernas instalaciones del barrio El Jordan, comenzando la década del 60; entonces ya los procesos dejaron de ser artesanales y se convirtieron en industriales; el gobierno departamental de entonces había adquirido la mejor tecnología para su funcionamiento.

Pronto el gobierno nacional compró esa casona, la derrumbo y allí mismo se construyeron a mediados de los años 50 las instalaciones que actualmente conocemos del SENA.
De los 30 trabajadores que había en El Zacatín, se pasó a más de 200 en las modernas instalaciones del barrio El Jordan; se convirtió en fortín burocrático de los políticos que por poco la llevan a la quiebra a principios del siglo 21.
Durante décadas políticos de todas las pelambres, solicitaban grandes cantidades de aguardiente regalado con motivo de fiestas patronales o hasta para las campañas políticas y todo eso afecto las finanzas de la institución.

En el gobierno de Miguel Ángel Bermúdez, se detectó que la Industria Licorera de Boyacá, estaba produciendo perdidas enormes, las deudas con los bancos eran insostenibles y por esa razón se decidió darla en concesión a una empresa llamada Licorandes, que la saco a flote durante un par de décadas; de los 200 trabajadores que laboraban se pasó a 50, los estrictamente necesarios para su funcionamiento.

Después de un largo pleito de gobernadores posteriores a Bermúdez se rescató hace pocos días para el departamento y por ahora no se sabe quien la va a activar de nuevo. Entre tanto, los negocios donde se expenden esos productos etílicos, están acabando con los stocks que se encuentran en las bodegas del barrio Jordan.


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