La cultura de la mentira, una pandemia por erradicar en Colombia


Opinión
viernes 26 de marzo de 2021

Archivo particular


La mentira casi siempre tiene consecuencias adversas y nefastas para la sociedad y escenarios donde se produzca. Ocultar información o emitir información errónea impide acciones correctas.


La consecuencia de la mentira como acto es mala, de ahí la aversión que se tiene al acto de mentir en todas las culturas.

Incluso desde la perspectiva religiosa y según la Biblia, el origen de la mentira se relaciona con el Diablo, pues, según Juan: “El que practica el pecado es del Diablo; porque el Diablo peca desde el principio. ... De allí que se vincule la mentira al Diablo, a quien también se refiere Juan como ‘padre de la mentira’”.

La anterior cita no implica considerarlo desde lo religioso, simplemente para significar la dimensión de este tema, pues desde el lenguaje común la mentira se opone a la veracidad o sinceridad. No es lo mismo verdad que veracidad. La veracidad es la correspondencia o adecuación entre lo que la persona cree que es verdad y lo que la persona dice que es verdad ... No miente quien no dice la verdad sino quien dice aquello que no cree que sea verdad.

La mentira, según la Real Academia Español (RAE) es una expresión o manifestación contraria a la verdad, a lo que se sabe, se cree o se piensa. El hecho de comunicar mentiras se llama mentira y es utilizado por las personas para fingir, engañar, aparentar, persuadir o evitar situaciones.

Verdad y mentira son conceptos entrelazados, de modo que la verdad se destaca de la mentira como su contrapunto. La verdad se define en contraposición a la mentira como lo adecuado y correcto, mientras que la mentira se redefine respecto a la verdad como lo inadecuado o incorrecto.

La consecuencia más directa que surge de la mentira es el daño que hacemos a las personas que mentimos. Estas se sienten engañadas y traicionadas, lo que hace tener sentimientos negativos asociados a sensaciones dolorosas. Generantes de tristeza, amargura y pena.

Ya en un plano de nuestra realidad nacional, pensemos, por ejemplo, en la mentira de la clase política, obviamente, con sus excepciones y en especial de aquellos políticos empapelados hasta el cuello por líos ante la justicia, que no es necesario mencionarlos en concreto pues haría eco además a su egocentrismo, personas que sufren de trastorno de personalidad antisociales, delincuentes natos, que utilizan las mentiras sencillamente porque necesitan afecto y auto justificación de las conductas por las que se les reprocha.

Pero, además, la mentira patológica en escenarios judiciales, desde luego en una justicia imparcial y honesta, por el contrario, el individuo constantemente miente sin lograr obtener ningún beneficio personal.

Adicional a lo anterior, y con la anuencia de algunos medios de comunicación, se busca ocultar la mitomanía o trastorno del comportamiento de muchas personas sub judices de la justicia a sabiendas que la persona que lo padece es adicta a mentir.

El psicólogo Juan Moisés de la Serna, quien ha tratado a varias personas con este problema, considera que "el mitómano busca con sus engaños la aceptación de los demás”
De lo expuesto es innegable que la verdad, su búsqueda en la época actual por parte de la sociedad Colombiana, se constituye como uno de los más altos valores a conquistar y hacer prevalecer.

Reivindicar la mentira como un valor moral en ciertas situaciones es congruente con la idea de Federico Nietzsche, cuando se dirigía a los espíritus fuertes y bastante independientes como para reconsiderar los juicios de los valores opuestos y abrir nuevos milenios, y aunque consideraba que esta tarea era exclusiva de la filosofía, muchos de los valores universales deben ser re analizados a la luz de nuestra realidad actual.

Digamos también que, actualmente, debido al auge de los distintos medios de comunicación, el tema de la verdad judicial que se busca en los procesos penales en especial, se ha trasladado al debate en varios y conocidos medios que de manera mediática y con fines de distorsión, como si fueran jueces, realizan todo un debate procesal y ciertos Periodistas emiten como si fueran operadores judiciales, veredictos según sus propios intereses para decir que es verdad y que es mentira, según su conveniencia e intereses.

Y, peor aún, hemos llegado al extremo de que algunos medios de comunicación, con base a la mitomanía de algunos periodistas presos de los tentáculos del poder corrupto, cuestionan, menosprecian y ponen en la picota pública las decisiones de Jueces ajustadas a impartir justicia en un debido proceso e imparcial como lo espera la mayoría de la sociedad, precisamente para no permitir la impunidad delictiva que tenemos.

Desde luego la información así enviada, incide en la vida diaria de todas las personas, negativa o positivamente ante la proliferación de debates y tesis ajenas a la realidad que ocurre al interior, especialmente, de procesos penales, ya estén referidos a indagaciones, investigaciones en curso, audiencias, procedimientos o sentencias judiciales propios de cada proceso.

Lo dicho anteriormente, en modo alguno implica generalizar o desconocer la labor de muchos medios y Periodistas independientes quienes ejercen una labor informativa objetiva e incluso si se quiere correctiva a quienes no lo hacen de esta manera.

Para concluir este tema, digamos que estamos en presencia de una pandemia de la mentira, frente a la cual se requiere de una sociedad crítica y madura, con razón y corazón convencido que con el ejercicio de sus derechos podemos construir un país mejor.


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